Antes de que se me olvide, quiero decir que estuve en presentación de la nueva etapa para la revista Boronía y que por eso, por haber ido, me comprometieron a escribir algo. Confieso que, desde hace años y por distintas razones (que mi médico diagnostica como agotamiento cultural, cansancio público, o estrés del ocio, entre las afecciones más comunes), no suelo acudir apenas a ninguna cita en la que no intervenga, y a ser posible, cobrando, qué cojones (“¿Qué clase de trabajo es ese por el que no se cobra?”, que decía mi padre). Vaya, que voy al trabajo cada día porque aún me pagan, como supongo que hace casi todo el mundo que tiene trabajo, claro.
De lo que no es dinero y también nos paga (por lo que sea), a continuación…
Como no obstante, esa semana -que fue la pasada-, había querido asistir a la conversación entre Eduardo García y a David Trueba en la azotea del IAJ, y una indisposición general transitoria que me entretuvo pésimo hasta el miércoles me lo impidió, se ve que tenía alguna espinita cultural clavada en mi agenda. De manera que, sin proponérmelo, ya el jueves y en el camino del tajo, a la hora del ángelus, me fui a la presentación del doble CD-DVD de Roque Baños con la Orquesta de Córdoba y el Coro Ziryab (extraordinario, precioso y recomendable). Después, Antonio Moreno y yo, nos encontramos con Ángel Andrés Muñoz alrededor de unas cervezas y una charleta estupenda en la que, definitivamente, decidimos emplearnos hasta la hora de la siesta. San José de Arimatea me recordó en sueños que, a la caída de la tarde, en la Sala Victoria había Boronía (me había invitado Esther Casado), así que aprovechando el curso de los acontecimientos de ese día, me dediqué a la oferta cultural y, antes de no cenar, me pasé a mirar la exposición de Miguel Amaro sobre Trenes (más bien estaciones) en la Galería Carmen del Campo (que también me había invitado a su inauguración).
Desde su restauración, no había entrado en la antigua caseta del Círculo de la Amistad y, lo que son las cosas, aunque el espacio ha quedado más limpito de polvo y paja, allí seguía –o yo reconocí- ese otro círculo cuadrado de las amistades de siempre en Córdoba (las mías y las de otros).
Como también me reconozco de natural más débil para enamorarme a esa hora crepuscular, el sitio me pareció fantástico, la revista de una factura espléndida, la generosidad de los anfitriones de agradecer, y un regalo inesperado el ir encontrándome con gente conocida y desconocida mientras se iba haciendo de noche. Me presenté yo solo a Miguel Gómez Losada (a quien no conocía) para decirle me encanta su pintura. Confundí a un tipo que creo que es el cantante de Deneuve con un chelista que había tocado al comienzo de la velada, pero creo que no se molestó mucho porque le felicité igualmente. Saludé a Gabriel, a Karpinsky (no confundir con Kandinsky), a Atance, a Luis y Ramón Medina (que pudiendo ser hermanos no lo son), a Paco Record, a Teo, a Elena Cobos y Antonio Varo, a Ari, a Elena Cortés (qué todavía cree que hay que hacer las cosas de gratis), a Pilar Bellido y a Rafa, a Luis Colmenero, a mi amigo Juanjo, a Montse, a Cisco Casado, a Manolo Pérez (el del Real Madrid), y creo que también a Mónica Naranjo disfrazada de inconsciente. Me acerqué al escenario al cuarto o quinto tema de Tarikandfriend para ver si ocurría algo, pero no, no me pareció que ocurriera nada. Regresé de nuevo a mi círculo de la amistad hasta que, por segunda vez, tuve ganas de orinar y me atasqué con un segurata que no sólo me impidió usar el aseo de un espacio público cedido por el Ayuntamiento en donde vendían cada birra a 2 euretes, sino que incluso me impidió hasta dejarme detener porque, ya digo, me estaba meando. Había una cola métrica (fundamentalmente masculina) en los servicios de plástico que antes había usado y, lo que quería evitar, que era mear en los jardines como toda la vida, terminó ocurriendo y poniendo fin así a mi estancia allí.
Del primer vistazo a la revista me ha interesado lo del Tete Álvarez, Nieves Galiot y algunos textos de Vicente Mora. Me han dejado seis meses para leer despacio las entrevistas. La mirada atrás de esta receta es ejemplar en el sentido de que mientras más tiempo pase más tiempo pasa (por todo y por todos). Otras cosas, estando más cerca, me quedan más lejos aún. Del resto, en principio, no me entero y/o no me interesan (como siempre), pero opino que Vicente Núñez, por ejemplo, tiene mejores sofismas para hacer camisetas y, por supuesto, opino que Mejor el fuego.
Por lo demás, y aunque yo nunca fui moderno -ni posmoderno, claro-, el CD-pop con que se acompaña esta Boronía me gusta: para quienes no estamos en la ondaguaydelparaguaylocal, creo que ofrece una buena selección de lo que musicalmente hablando se cuece por aquí.
Seguro que hay más de todo.
Felicidades a todos, y a por ello.
Ah, si me permitís una paradoja, deseo que la gente que escribe, pinta, canta, baila y colabora en la construcción de lo que sea, cobre por su contribución a financiar las cosas que se hacen.
De lo que no es dinero y también nos paga (por lo que sea), a continuación…
Como no obstante, esa semana -que fue la pasada-, había querido asistir a la conversación entre Eduardo García y a David Trueba en la azotea del IAJ, y una indisposición general transitoria que me entretuvo pésimo hasta el miércoles me lo impidió, se ve que tenía alguna espinita cultural clavada en mi agenda. De manera que, sin proponérmelo, ya el jueves y en el camino del tajo, a la hora del ángelus, me fui a la presentación del doble CD-DVD de Roque Baños con la Orquesta de Córdoba y el Coro Ziryab (extraordinario, precioso y recomendable). Después, Antonio Moreno y yo, nos encontramos con Ángel Andrés Muñoz alrededor de unas cervezas y una charleta estupenda en la que, definitivamente, decidimos emplearnos hasta la hora de la siesta. San José de Arimatea me recordó en sueños que, a la caída de la tarde, en la Sala Victoria había Boronía (me había invitado Esther Casado), así que aprovechando el curso de los acontecimientos de ese día, me dediqué a la oferta cultural y, antes de no cenar, me pasé a mirar la exposición de Miguel Amaro sobre Trenes (más bien estaciones) en la Galería Carmen del Campo (que también me había invitado a su inauguración).
Desde su restauración, no había entrado en la antigua caseta del Círculo de la Amistad y, lo que son las cosas, aunque el espacio ha quedado más limpito de polvo y paja, allí seguía –o yo reconocí- ese otro círculo cuadrado de las amistades de siempre en Córdoba (las mías y las de otros).
Como también me reconozco de natural más débil para enamorarme a esa hora crepuscular, el sitio me pareció fantástico, la revista de una factura espléndida, la generosidad de los anfitriones de agradecer, y un regalo inesperado el ir encontrándome con gente conocida y desconocida mientras se iba haciendo de noche. Me presenté yo solo a Miguel Gómez Losada (a quien no conocía) para decirle me encanta su pintura. Confundí a un tipo que creo que es el cantante de Deneuve con un chelista que había tocado al comienzo de la velada, pero creo que no se molestó mucho porque le felicité igualmente. Saludé a Gabriel, a Karpinsky (no confundir con Kandinsky), a Atance, a Luis y Ramón Medina (que pudiendo ser hermanos no lo son), a Paco Record, a Teo, a Elena Cobos y Antonio Varo, a Ari, a Elena Cortés (qué todavía cree que hay que hacer las cosas de gratis), a Pilar Bellido y a Rafa, a Luis Colmenero, a mi amigo Juanjo, a Montse, a Cisco Casado, a Manolo Pérez (el del Real Madrid), y creo que también a Mónica Naranjo disfrazada de inconsciente. Me acerqué al escenario al cuarto o quinto tema de Tarikandfriend para ver si ocurría algo, pero no, no me pareció que ocurriera nada. Regresé de nuevo a mi círculo de la amistad hasta que, por segunda vez, tuve ganas de orinar y me atasqué con un segurata que no sólo me impidió usar el aseo de un espacio público cedido por el Ayuntamiento en donde vendían cada birra a 2 euretes, sino que incluso me impidió hasta dejarme detener porque, ya digo, me estaba meando. Había una cola métrica (fundamentalmente masculina) en los servicios de plástico que antes había usado y, lo que quería evitar, que era mear en los jardines como toda la vida, terminó ocurriendo y poniendo fin así a mi estancia allí.
Del primer vistazo a la revista me ha interesado lo del Tete Álvarez, Nieves Galiot y algunos textos de Vicente Mora. Me han dejado seis meses para leer despacio las entrevistas. La mirada atrás de esta receta es ejemplar en el sentido de que mientras más tiempo pase más tiempo pasa (por todo y por todos). Otras cosas, estando más cerca, me quedan más lejos aún. Del resto, en principio, no me entero y/o no me interesan (como siempre), pero opino que Vicente Núñez, por ejemplo, tiene mejores sofismas para hacer camisetas y, por supuesto, opino que Mejor el fuego.
Por lo demás, y aunque yo nunca fui moderno -ni posmoderno, claro-, el CD-pop con que se acompaña esta Boronía me gusta: para quienes no estamos en la ondaguaydelparaguaylocal, creo que ofrece una buena selección de lo que musicalmente hablando se cuece por aquí.
Seguro que hay más de todo.
Felicidades a todos, y a por ello.
Ah, si me permitís una paradoja, deseo que la gente que escribe, pinta, canta, baila y colabora en la construcción de lo que sea, cobre por su contribución a financiar las cosas que se hacen.
Rafael Carlos Padilla